Cuando uno habla del espacio en la tercera edad, en el imaginario colectivo figura esa persona de la tercera edad en un tiempo de ocio, donde puede descansar y relajarse del trabajo realizado a lo largo de años al comenzar una nueva etapa de la vida, la de “júbilo”; sin embargo, la sociedad en la que vivimos inmersos influye en la psiquis de quien comienza esta nueva etapa, ya que el ocio es limitado y limitador por parte del otro y de uno mismo.
Aquí yace la reflexión de cómo nos autopercibimos toda vez que para algunos adultos la identidad es la de “ser viejos”; en cambio, otros no se detienen en esta concepción de la cultura occidental -en contrapartida respecto de la cultura oriental, que le asigna al anciano un rol que representa el conocimiento y la experiencia para ayudar a las próximas generaciones a ser mejores-, sino que la ven como una resignificación de su existencia, un nuevo sentido para su vida actual y futura.
Ahora bien, dentro de la tercera edad surgen palabras que asustan a cualquiera que está por comenzar esta etapa o a quien se encuentra ya inmerso en la misma; una de ellas es el vocablo “anciano”. Pero ¿por qué lo vemos como algo peyorativo? ¿Quizás porque esa palabra está sesgada de una definición limitante? Es válido decir que investigando la etimología de la palabra solo vamos a encontrar que nace del latín vulgar antianus, que significa que va adelante o que es de antes; por lo cual podemos aseverar que la concepción cultural impregna a esa palabra de una deficiencia.
Pensando en profundidad sobre estas cuestiones, no es posible dejar de reflexionar que, en la vida, llega un momento en el cual la sociedad hace un corte en la actividad laboral de quienes tienen una relación de dependencia y los pasa a la mal llamada clase pasiva, generando de este modo un cambio consciente o inconscientes mayormente negativo, a diferencia respecto de aquellos que trabajan por su cuenta, que tiende a ser mucho más suave.
Sin embargo, hay que destacar que hoy en día, gracias a la mejora en la salud y el bienestar general, en numerosos países se observa cada vez más una población de adultos mayores con alta esperanza de vida, lo que tiene mucho que ver con los niveles socioculturales y el tipo de actividad que esas personas desempeñaron.
Se observa cada vez más una población de adultos mayores con alta esperanza de vidaEn contraposición a ello, desde el punto de vista biológico y siguiendo el recorrido teórico de Juliana Restrepo1, se puede comprobar que en la época de Platón se permitían licencias de vejez desde los 30 años, considerando gerontes a dichas personas. Alrededor del siglo XVIII, aumentó esta perspectiva diez años más para los varones, ya que pocos llegaban a los 50 años. Ya para 1900, la vejez comenzaba entre los 50 y 55 años de edad, considerando siempre atada la edad a los procesos biológicos de las personas. Por ello, se produjo un reduccionismo donde todo debía ser comprendido desde el cuerpo. A partir del siglo XX, se le da una lectura más social y cultural a la edad y es recién a partir de 1973 cuando la etapa de la vejez se retrasa hasta los 70 años, habiendo cambiado hoy en día dicha edad hasta 10 años más en algunos países.
Presidenta de la comisión de salud del CPCECABA