Parece haber luz al final del camino. Un camino sinuoso nos tuvo en jaque seriamente allí donde el sistema de salud parece haber pasado la peor crisis de la era moderna. La Pandemia ha develado los peores defectos, pero a la vez han surgido las mejores virtudes del sistema. A través de la metodología FODA, se muestra un diagnóstico de la situación actual que nos dejó el COVID-19 para luego poder pensar en el futuro.
Fortalezas y oportunidades
El recurso humano de salud: el personal de salud ha sabido responder ante la adversidad, reconvirtiéndose y adaptándose. El principal problema no fue la cantidad de trabajo, ya que el sistema siempre trabaja casi al límite, sino salir de la zona de confort, enfrentándose a lo desconocido. Debió aprender de la enfermedad así como también cómo cuidarse y cuidar a los demás a medida que pasaba el tiempo.
La inversión que se realizó durante 2020/21: durante estos dos años, el sector Salud ha recibido inversiones casi sin precedentes. Ha renovado una gran parte del equipamiento y se ha reforzado, sobre todo, en áreas críticas. Se han implementado estrategias de abastecimiento que lograron llegar a todos los prestadores en función de las necesidades (tanto en equipamiento como en equipos de protección personal), y no en función de la capacidad económica individual.
El sistema público ha dado sobradas respuestas: el Estado tiene una serie de obligaciones que no puede delegar en los demás subsectores. Su deber primario e indelegable es el aseguramiento del ejercicio pleno del derecho a la salud de todos los ciudadanos, y para eso debió ejercer el poder rector. Mientras que en otros países los sistemas colapsaron, aquí todos han recibido respuesta del sistema, público o privado. El liderazgo demostrado para coordinar y dar respuesta desde el sector público es una gran fortaleza.
El alto nivel de vacunación de la población: si bien no sorprende, ya que en la población en la Argentina tiene muy buena aceptación, y son marginales los movimientos antivacunas, se ha logrado un muy buen porcentaje de vacunados.
Debilidades y amenazas
El financiamiento de la salud no es suficiente: los avances tecnológicos, el envejecimiento poblacional y la aparición de nuevas enfermedades nos muestran la necesidad de financiamiento en aumento constante para el sector Salud. Esto es una clara amenaza a la sustentabilidad del sistema a futuro, particularmente cuando las instituciones de salud actuales se encuentran en serios problemas de financiamiento.
Nuevas enfermedades zoonóticas: las enfermedades transmitidas por los animales, denominadas “zoonóticas”, están en aumento. Esto tiene correlato con la destrucción de los ecosistemas naturales y el cambio climático, que impactan directamente en la interacción humano-animal. Debemos estar atentos a nuevas y más enfermedades zoonóticas para los próximos años.
Falta de integración del sistema: la fragmentación del sistema en tres grandes subsistemas (público, privado y de la seguridad social), que a la vez se encuentran internamente fragmentados, nos lleva a dar distintas respuestas a las mismas necesidades. El derecho a la salud que tiene una persona dependerá de en qué parte del país se encuentre y qué tarea realice. Esto se traduce en inequidad, uno de los principales problemas que enfrentan los sistemas de salud. Este es un problema urgente que debemos resolver.
La grieta política: las diferencias políticas han existido siempre, y es sano que existan en las sociedades. Sin embargo, ante una crisis de tamaña envergadura, donde el mundo no sabía qué hacer, han surgido las peores miserias políticas, que confunden a la gente, encaminándola a desafiar decisiones y exponiéndola a contagios o riesgos innecesarios. Ambos partidos mayoritarios han accionado en igual forma. La grieta política es una amenaza grave cuando se inmiscuye en decisiones científico-sanitarias.
Las demandas acumuladas: durante un largo tiempo, el sistema se abocó a enfrentar al COVID-19, priorizándolo respecto a otras atenciones. Si bien los servicios como oncología o cardiología no han cesado su actividad, en cambio, se ha vista disminuida la oferta y la demanda. En la actualidad, hay una gran cantidad de población con demandas ocultas o insatisfechas que el sistema deberá detectar y atender antes de que se generen mayores problemas.
Lecciones para el futuro
Corresponde pensar qué podemos aprender para mejorar el sistema de salud hacia el futuro en búsqueda de equidad, eficiencia y sustentabilidad de este. Veamos acá una serie de puntos:
• Pensar qué sistema de salud queremos: la fragmentación ha sido un obstáculo histórico y quedó demostrada durante la pandemia la necesidad de integrar al mismo. Será imposible tener un sistema de salud si primero no definimos qué sistema queremos tener. Esto debe ser una política de Estado y no de gobierno, es decir, el sistema elegido debe ser consensuado por todos los sectores y guiar las políticas de salud para los próximos 10/15 años independientemente de quien esté a cargo del ejecutivo. Parafraseando a Lewis Carroll, si no sabemos qué sistema queremos, da igual qué camino elijamos. Debemos planificar y determinar los roles de cada institución de salud, definiendo qué coberturas deben dar los financiadores y qué capacidad prestacional debemos reforzar.
• Definir los recursos para el sistema de Salud: si algo debemos haber aprendido en estos años es la imposibilidad de dar todo a todos. Aunque sea una verdad de perogrullo, los recursos son finitos y las necesidades son infinitas. Es importante destacar que, si primero no definimos qué sistema queremos, los recursos siempre serán insuficientes y será imposible definir la eficiencia, ya que no habrá objetivos que cumplir ni mejor uso de los recursos.
• Integralidad del sistema: el sistema debe abarcar las dimensiones físicas, psíquicas y sociales. La Pandemia ha demostrado, una vez más, que solo atender una dimensión es insuficiente para promover salud en la población. Debemos generar programas integrales para atender las secuelas de la Pandemia (no solo las físicas) y priorizar aquellas patologías desatendidas que provocan una sobredemanda al sistema y son altamente complejas.
•Flexibilidad del sistema: el sistema que planifiquemos deberá ser flexible para trabajar y adaptarse a los nuevos desafíos que se planteen a futuro. Deberá estar atento a las amenazas y oportunidades, que determinarán qué nos espera, como ser: obesidad y sobrepeso, cambio climático, nuevas tecnologías, envejecimiento poblacional, nuevas pandemias y enfermedades.
Estas son solo algunas observaciones, pero seguramente existirán muchas más. Lo más importante es no pretender volver a la normalidad como si no hubiese existido la pandemia, sino salir fortalecidos como sistema luego de haber aprendido y mejorado para el futuro.
Presidente de la Asociación de Economía de la Salud (AES)