¿Estamos frente a una nueva corrupción?

A partir de marzo de 2020, todos los acontecimientos se vienen relacionando con la tremenda crisis sanitaria provocada por la pandemia de COVID-19. Ante cada escenario aparecen nuevos temas: la incertidumbre respecto de la determinación de que se trataba de una pandemia, las discrepancias respecto del tratamiento médico adecuado y de las medidas sociales y económicas convenientes, los problemas con los sistemas de salud; y también respecto a las estrategias operativas, tanto para el abastecimiento de insumos como para el aprovisionamiento y la distribución de vacunas.

Dicho esto, cuesta comprender por qué se les quiere poner un rótulo asociado con la pandemia. En realidad, no es nada más que el formato más simple y tradicional de corrupción. Tengamos en cuenta que, a diferencia de lo que comúnmente se sospecha, la corrupción no se refiere a cuestiones de dinero exclusivamente, sino que incluye todo tipo de acciones que desvirtúan las reglas impuestas. Básicamente, se trata de los procedimientos por los cuales algunas personas consiguen ventajas que no les corresponden, mientras que otros sufren, directa o indirectamente, un perjuicio por esa conducta.

Se deja en claro que se incluye en este grupo la ineficiencia. Y no por considerar que no debe tomarse en cuenta, sino porque la pretensión es centrarse exclusivamente en lo que podríamos denominar la corrupción activa, que es aquella que se lleva a cabo como consecuencia de alguna actuación personal premeditada, y no como resultado de la mera incapacidad, ignorancia, nepotismo político, o tal vez hasta indolencia.

Esta época por la que nos está tocando transitar es una concreta demostración de la corrupción activa. Y ello se puede verificar, según el caso, a nivel nacional o internacional, en forma global, o en lugares o sectores específicos. 

Esta época por la que nos está tocando transitar es una concreta demostración de la corrupción activa

Se ha advertido corrupción en esconder la existencia de la pandemia, tratando de impedir perjuicios en la imagen de alguna región o en negocios, y en actividades grupales previamente pactadas, lo que determinó un crecimiento significativo de los casos, y la pérdida de muchas vidas, lo que se podría haber evitado. 

Es posible señalar en qué circunstancias es factible encontrar corrupción

- Corrupción en la información sobre lo que había que utilizar o dejar de hacerlo para prevenir la enfermedad, tratando de orientar a los consumidores hacia determinados artículos, aun cuando ello no fuera efectivo ni necesario, sino sólo para lograr mayores réditos económicos para sus productores.
- Corrupción en la conformación de los organismos internacionales que tratan los temas de salud a nivel global, los que evidentemente no habían utilizado sus recursos para tener planes concretos y eficientes para luchar contra una pandemia, y navegaron durante semanas, o meses, en un carrusel que, a fuerza de perder un tiempo valioso, seguramente acarreó muchas muertes adicionales.
- Corrupción en establecer medidas restrictivas para unos, pero más abiertas para otros, generando condiciones de desigualdad económica y social manifiestas.
- Corrupción en aprovechar la excusa de la necesidad y la urgencia para saltar controles y realizar compras y contrataciones cuanto menos dudosas y, muchas veces, directamente inconvenientes para las administraciones.
- Corrupción al utilizar como excusa la situación sanitaria para aplicar metodologías que resultan contrarias a un Estado de derecho y vulnerando las garantías constitucionales de los ciudadanos.
- Corrupción al permitir asignaciones de los recursos sanitarios disponibles de forma arbitraria, tanto si se consideran las reglas establecidas como si se apela a los más elementales criterios de honestidad y moral pública.

En síntesis, no cabe duda alguna respecto del cúmulo de situaciones que durante esta pandemia se pueden incluir dentro del concepto de corrupción. Sin perjuicio de tal comentario, entiendo que no es justo centrarse con tanto detalle en este proceso histórico coyuntural y específico. Lo que ha venido ocurriendo no es diferente a lo que se produce sistemáticamente cuando existen situaciones extremas, como guerras o cataclismos.

En esos casos, surgen algunos actores sociales que dejan literalmente su vida por ayudar al resto de la humanidad, y aparecen también sátrapas, pícaros, delincuentes y otras lacras que agilizan su capacidad intelectual para obtener ventajas personales. La historia nos muestra que siempre ha sido así; por ello no deberíamos asombrarnos de ver algo similar en estos momentos de incertidumbre.

La corrupción está instalada y aprovecha cualquier resquicio para sacar el mayor provecho
Sin embargo, es también necesario señalar que, en gran parte, estos actos corruptos, si bien pueden ser en la actualidad amparados con mayor facilidad bajo el paraguas de la pandemia, se llevaban a cabo de manera habitual antes de este flagelo, y seguramente seguirán sucediendo de igual forma una vez que esta crisis culmine. No deberíamos dejar que la pandemia sea una distracción. No debemos creer que el problema es la pandemia. Es solo una excusa más, como tantas otras que se van presentando a cada momento. En todo caso, la pandemia es el factor de oportunidad. No hay una nueva corrupción. Estamos frente a la corrupción de siempre. 

La secuencia no comienza con la pandemia, y luego los gobiernos y funcionarios se vuelven corruptos, sino todo lo contrario. La corrupción está instalada y aprovecha cualquier resquicio para sacar el mayor provecho.

En preciso estar atentos para continuar con políticas permanentes de lucha contra la corrupción en todos los campos y bajo todas las circunstancias. Las disciplinas que basan su actuación en el control, como la contable y la administrativa, tienen mucho para aportar en este camino. Y, junto con las modernas tecnologías, deben constituir el paso más importante para trabajar en pos de disminuir los riesgos de corrupción.

Nadie duda de la necesidad de leyes sobre el particular; tampoco de pronunciamientos nacionales e internacionales que son muy importantes y marcan rutas por transitar, pero, lamentablemente, todo ello es simplemente letra. La existencia de leyes que castigan el homicidio no impide los asesinatos, así como las que castigan el robo no lo eliminan. Más allá de las normas, es preciso trabajar en el campo práctico, generando controles, revisiones, investigaciones y todo otro tipo de acciones tendientes a concientizar, prevenir y/o descubrir los hechos de corrupción, para tratar de que no se produzcan, y en todo caso, si se llevan a cabo, a fin de que existan los elementos probatorios para actuar en la justicia. 

Esto es así porque las corruptas no son las organizaciones, y menos aún lo son las cosas. 

Siempre son las personas, y son las personas de siempre.

Oscar Fernández

Director del Centro de Estudios e Investigaciones Forenses Anticorrupción (Facultad de Ciencias Económicas-UBA) y Tesorero del CPCECABA.